domingo, 25 de septiembre de 2016

Mangoré, por amor al arte (2015)



 Puntuación: 1/5.

Luego de 7 Cajas, me quede con ganas de ver más del cine paraguayo aunque he de admitir que no he seguido las demás producciones que salieron después de la emblemática película, por así decirlo. Emblemática en cuanto a su influencia en el desarrollo del cine local. Sin embargo, tuve la oportunidad de ver Mangoré, por amor al arte por primera vez, a un año de su estreno.

Quizás a muchos les sorprenda pero tuve la dicha de estar un día dentro del teatro durante la filmación de uno de los tantos conciertos presentados en esta cinta. Fue una experiencia agradable estar en escena y atento a las instrucciones del director mientras me deleitaba con el movimiento de las cámaras. Si bien no aparezco ni por un segundo en escena, ver esos momentos a través de una perspectiva diferente, en este caso la del espectador, recrea parte de cómo la percepción de la cámara juega con los ojos de aquellos presentes en el rodaje. A pesar de la larga duración para alguien que solo es un extra, el proceso me pareció de los más entrañable.

Es por ello que siento algún tipo de conflicto interno en cuanto a esta película. Claramente hay una pasión en contar la historia de alguien que se encuentra tan arraigado a la cultura de nuestro país, un deseo de crear algo que este a la altura del gran maestro Barrios. Desafortunadamente, esto va mas allá de tan solo querer pero, ¿es justo ser tan hostil a una industria que aun no esta tan establecida? Obviamente deseo lo mejor para el cine nacional y es probable que pida o exija demasiado cada vez que una película es lanzada pero no se puede ser demasiado flexible tampoco. Mangoré es floja en muchos aspectos, incluso en los más básicos o técnicos. A muchos quizás no le agrade 7 Cajas, pero esa película entendió lo que proponía y tenía algo similar a una idea clara en cuanto a su objetivo. Mangoré salta mucho en el tiempo sin clara idea de transición o desarrollar cada secuencia en cuanto a la vida de Barrios y, peor aún, con poco entendimiento de la época de antaño. Solo hace falta que uno escuche el dialogo para comprender uno de los tantos fallos fundamentales que una película centrada en tiempos pasados debería evitar.

Por momentos algunos actores como Joaquín Serrano o Lali González logran alzarse por encima del material con el cual trabajan pero el resto pasa desapercibido o terminan distrayendo. Hubo varias instancias donde pude ver a una celebridad local, haciendo que saliera del mundo del filme.

Sin embargo, el elemento que más me dejo perplejo en esta obra del director Luis R. Vera, es el hombre principal. La vida de tan celebrado artista promete potencial, no hay duda de ello. No culpo a Damián Alcázar, quien interpreta a Barrios como adulto y hace lo que puede con el guión a mano, pero a demás de tan poco desarrollo en cuanto a su personaje, lo cual es sorprendente por como el filme trata de abarcar varias etapas de su vida, es la falta de emoción que siento por él. Bueno, no del todo. Por momentos se vuelve alguien difícil de entender o de estar apoyando su tan mencionada pasión por el arte. Constantemente se nos presenta como un gran artista, el mejor de la época, pero no vemos esos momentos, no sentimos esos momentos. Hay varias escenas donde Barrios se encuentra ante una dubitativa audiencia y debe ganarse su respeto. Desafortunadamente, esas escenas o son muy cortas o terminan abruptamente. En un momento en particular, dada su exhaustiva práctica, Barrios se ve debilitado, parando su obra y la audiencia no sabe cómo reaccionar.  Barrios se recompone y continúa tocando. La cámara, que no captura la magnitud del teatro o del momento, así como la rápida edición minimiza el efecto de lo que debía ser un punto clave en la carrera del guitarrista y existen muchas instancias similares.

Hay una interesante idea de cómo Barrios se encuentra en conflicto con su lado artístico, bloqueando toda posibilidad de una vida plena y que solo causa dolor en sus seres queridos. Es algo que vemos en muchas producciones de esta temática. Lamentablemente, este concepto no es el primordial en esta obra, siendo presentado ya cerca del final y entablada de una manera algo tradicional, donde Barrios literalmente se confronta así mismo. Si esto hubiese sido explorado dentro del filme de manera detalla, es probable que tuviésemos una base dramática más solida que lo originalmente mostrado aquí.

Visualmente la película quizás se lleve un poco de aplauso de parte mía. No es que necesariamente me transporte a las décadas presentadas en el filme pero vale la pena apreciar parte del vestuario y como tratan de acoplarse a aquellos tiempos. La mayor parte del tiempo diría que son los vestuarios femeninos los que dan un toque realista y acorde a la época. Hay unos cuantos planos que demuestran una relativamente bella o decente escenografía, especialmente cuando tratan de jugar con los colores de fondo ya sea en un pasillo de noche, en un rio o incluso en el campo. 

Está claro que esperaba más de esta producción, no solo por el costo de la producción sino por el valor cultural detrás de la persona de quien están hablando. Existen unas cuantas ideas que valen ser exploradas y se pueden percibir las buenas intenciones detrás de esta obra pero está claro que el cine paraguayo tiene mucho camino que recorrer. Nadie dice que es fácil y a pesar de este tropezón, el resto del camino ofrece experiencias nuevas e intimidantes. Esto hace que el futuro se vuelva incierto, impredecible pero también emocionante.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Green Room (2015)




Puntuación: 4/5.

Crear claustrofobia  en una película no solo significa tener a uno o varios personajes en un especio pequeño y sin mucha iluminación, sino una sensación de aislamiento. Saber que estas lejos de la ayuda que necesitas y que estas a merced de quienes te mantienen cautivo. Puedes estar solo o acompañado, pero el tiempo corre y sin muchas opciones, tienes que tomar una decisión. Si bien la claustrofobia no es el elemento primordial aquí, la atmosfera absorbe el lugar en busca de una dirección  de la tan soñada salida. Green Room encierra a un grupo musical de punk dentro de un club lejos de las ciudades, con una habitación en particular como su punto de seguridad, de la amenaza de un culto nazi liderado por Patrick Stewart.

Parte de lo que hace a Green Room tan intrigante es su manera directa de encarar la violencia, pero no al punto querer simplemente ser gráfico para crear tensión. Si bien sientes cada herida, golpe o incluso los disparos, la tensión emerge en la urgencia para tomar decisiones. Pat (Anton Yelchin) no es el más competente o seguro de los protagonistas, pero son sus decisiones la que avanzan la trama y cada duda termina en algo crucial. La vida de sus compañeros y amigos depende de si salir de la seguridad de la habitación en donde se encuentran encerrados o de mantenerse en esa posición sabiendo que cada minuto que transcurre el peligro acecha de manera cada vez más cercana.

Y sabes que ese peligro se acerca por la brutalidad tan realista con la que acecha a los personajes. Nada de actos violentos altamente elaborados sino de la espontaneidad y, de manera a ser realista, simple. Puedes notar el instinto detrás de cada acción, de cada golpe con el afán de defenderse de una amenaza real. El género de terror obviamente no invita a deleitarse de las imágenes, pero el director Jeremy Saulnier asegura que veremos secuencias que nos resulten mantener los ojos en dirección a la pantalla. Y mejor aún, no necesita enfocar la cámara en las heridas o cualquier otra cosa gráfica para capturar el efecto deseado. Todo eso es minimizado en una visión que aun puede hacernos reaccionar que cualquier otra película de terror. Quizás terror no es precisamente la palabra adecuada, a pesar de su gran resultado en sorprender a la audiencia por momentos. Sin embargo, la película mantiene una consistencia de inicio a fin en cuanto a la tensión y el suspenso. Cada bala cuenta aquí y, junto a los personajes, cuentas cada disparo que se produce.

El filme se enfoca en lo que debe ser, lo cual es la supervivencia y es difícil no estar pendiente del próximo movimiento en busca de la solución. Cada confrontación  hace que sientas temor por personajes que honestamente no tienen mucho de sí, pero eso no es lo importante. No hay tiempo para dedicar a sus personalidades, pero eso no es una falencia de la historia, especialmente ante la situación y dilema en la que se encuentran. Claramente, no es algo que deba ser una queja en esta película.

Intrigante y sin temor de encarar su violencia y atmósfera, Green Room sabe cómo mantener al espectador al borde de la silla, alzándose como una gran adición al género de suspenso.
 

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